Botellón VS botellín

Botellón
Vas a un parking, polígono o descampado, abres el maletero de tu «tuneado e iluminado auto” y colocas la bandeja trasera mirando hacia el cielo para que tus subwofeers emitan señales de reggaetón a los marcianos (tal vez gracias a eso no vienen a invadirnos, las cosas como son). Mezclas el ron con un pelín de naranjada y lo vas pasando a los de alrededor para que los combinen a chorro en sus gargantas hasta que alguno reviente o en el mejor de los casos termine pernoctando cuando alcance el suelo. Para parecer un profesional es muy importante colocarse una gorra del revés. Las letras del chumba-chumba acostumbran a hablarte del papasito y de la mamasita al ritmo que te va taladrando la corteza craneal hasta que logra alcanzar las neuronas, impactando en ellas como si de una máquina de marcianos ochentera se tratara. Cuando ya no te queda ninguna, “ya si eso”, alguien te llevará a casa o amanecerás en el mismo lugar para volver a tu postura vertical si tienes la suerte de que te resucita al menos una neurona que sea capaz de coordinarte algún movimiento y te indique el camino aproximado de vuelta a casa. El coronavirus lo flipa contigo y a lo mejor «solamente» te utiliza de mula para llegar hasta los pulmones de esa abuela que tanto te quería y todo te perdonaba.

Botellín
Vas a un concierto a disfrutar de una excelente velada de tu grupo favorito, te pides una ronda de botellines para todos y te colocas uno en la mano que te acompañará ya durante todo la velada. No se separará de ti y lo irás sustituyendo de manera proporcional a tu desgaste físico y emocional. Lo mirarás de vez en cuando buscando con respeto y pena su complicidad y comprensión cuando te toque sustituirlo.
Frío como el acero te espera el nuevo botellín en la barra rodeado de todas las medidas de protección necesarias. Además, como no eres ningún suicida, en la sala guardas la distancia social necesaria con el de al lado. Probablemente abrirá el concierto un grupo local que hace las veces de telonero para presentar su banda al público. Cuando escuches la señal de las baquetas que preceden al primer golpe de batería un escalofrío recorrerá tu cuerpo dando comienzo un recital de versos cantados que te invita a reflexionar, despertando esa conciencia social que acostumbra a dormir temprano. Es muy probable que esos mensajes encriptados entre notas puedan ir condicionando sutilmente el sentido de tu voto en futuras elecciones, yo a eso lo llamo despertar conciencias, incluso puede que algún punteo consiga que afloren tus más remotas, desconocidas y escondidas emociones. Yo a eso lo llamo evolucionar.
Y así, poco a poco, vas madurando, convirtiéndote en una buena persona, un hombre sin más que diría el abuelo, y vuelves a casa feliz y contento. Tras asaltar la nevera, te vas a la cama rememorando los mejores momentos de una velada que ha conseguido que te evadas de la cruda realidad y te olvides de los problemas al menos durante un rato. A pesar de que el coronavirus te ha perseguido y acechado continua e infructuosamente durante toda la noche, como no has bajado la guardia, al final lo has dejado plantado con la misma cara que la chica de la curva cuando conduces respetando los límites de velocidad y cumples escrupulosamente el código de la circulación.
Creo que es bueno recordar estas diferencias a la hora de distinguir y salvar distancias entre botellón y botellín. Entre salvar vidas y no. Entre riesgo directo e indirecto, porque si precisamente ahora, se organizaran muchos conciertos con las medidas de seguridad necesarias, evitaríamos el botellón, ayudaríamos en algo a la hostelería, a la cultura y a los músicos  y en lugar de mirar hacia otro lado, protegeríamos un poquito a esos chavales que si no pueden ir a las salas ni a las discotecas, se van a reunir igual donde sea, descontrolados, allá donde no los vea nadie y por supuesto sin ninguna medida de protección. Ejemplo claramente indiscutible es que mientras están dentro de las salas no fuman.

Sin entrar en política, un dato objetivo es que las medidas “quirúrgicas” de Ayuso en Madrid están funcionando y para mi esa cirugía significa tratar a los madrileños como adultos responsables de botellín en lugar de como pandilleros irresponsables de botellón.
Ergo dales conciertos, ofréceles botellines y los tendrás controlados al tiempo que los educas concienciando, y ellos bajarán la guardia contigo, la historia se repetirá y aun así, prometerán estarte agradecidos. O es que nunca habéis ido a ver a Leño.

 

Alfonso de Campos

RPMRADIO

 

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