La publicidad es la cronista oficial de nuestras vidas

Ojalá este artículo sirviera para que aprendiéramos a mirar con otros ojos a esos chavales que desde muy temprano, tras el rutinario madrugón para organizar sus rutas, comienzan la jornada laboral arrastrando un pesado carro por la ciudad, de calle en calle, de portal en portal, desafiando cualquier climatología.

De puerta en puerta, van buzoneando papeles y folletos impresos con ofertas puntuales de comercios cercanos, de pymes, emprendedores, autónomos que presentan sus servicios, de multinacionales… mientras desde un despacho o un confortable espacio de teletrabajo, alguien los vigila a través de la pantalla de un GPS que controla todos y cada uno de sus movimientos.

“Prohibido introducir propaganda en los buzones”, pero hombre… ¿por qué?, ¿qué daño hacen?, ¿quién discrimina las cartas del banco de las de publicidad?, ¿un sobre con sello?

Y la propaganda electoral… ¿está exenta?

Y no nos pongamos ahora exquisitos con la excusa de la tala de árboles, el medioambiente, etc. etc. etc., porque eso es harina de otro costal. Además, en cualquiera de los casos, esa cuota sería insignificante en cualquier entorno del planeta si la comparáramos, por poner solo un ejemplo, con las toallitas higiénicas que desechamos continuamente.

Así que si no te interesa esa propaganda que te ofrece cambiar la ventana, probar un pollo asado, sustituir la caldera de la calefacción, echar un vistazo a un catálogo de juguetes o un 2×1 en pizzas, simplemente no lo leas, tírala directamente a la papelera y de ahí la vacías en el contenedor de papel más cercano. Así de fácil, y con ese simple gesto habrás contribuido, pero de verdad y no de boquilla, a cuidar el medio ambiente reciclando, al tiempo que ayudas al prójimo.

Por favor, no se lo pongamos más difícil a esos chavales que están desempeñando un trabajo tan complicado, duro y digno como el que más, en un mercado laboral actualmente muy precario y complicado. Pensemos que no están de fiesta ni haciendo botellón, pues no me parece justo ni de recibo, que a ese veterinario en paro, ni al estudiante de medicina o de informática, ni al  comerciante que cerró, ni al otrora repartidor o lo que fuera, ya sea migrante o español, les resulte misión imposible encontrar un alma caritativa, empática o filantrópica, que les abra el portal cuando pulsan en el portero automático, por no mencionar a esos energúmenos que les echan a gritos o a patadas…

No olvidemos que detrás de ese papel que anuncia un producto, fabricado con todo el cariño y cuidado de un equipo de trabajadores, y en este dramático escenario quizá estén en riesgo de extinción, también se encuentran transportistas, diseñadores gráficos, imprentas y un largo etcétera, hasta llegar a ese equipo de chavales que también cotizan con su nómina para que se puedan pagar las pensiones presentes y futuras de todos.

Aceptemos, sabiendo agradecer, que detrás de casi todo aquello que día a día disfrutamos gratuitamente; películas en televisiones privadas en abierto, partidos de fútbol, programas de radio y televisión, diarios online o en papel y prácticamente todo lo que no nos mete la mano en el bolsillo, se esconde la publicidad.

Nos tendríamos que remontar hasta el año 3000 a.c para conocer los orígenes de la publicidad. Los historiadores cuentan que el anuncio más antiguo que se conoce es el papiro de un comerciante egipcio llamado Hapu, en la ciudad de Tebas, que decía así:

Habiendo huido el esclavo Shem de su patrono Hapu, el tejedor, éste invita a todos los buenos ciudadanos de Tebas a encontrarle. Es un hitita, de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños. Se ofrece media pieza de oro a quien dé información acerca de su paradero. A quien lo devuelva a la tienda de Hapu, el tejedor, donde se tejen las más hermosas telas al gusto de cada uno, se le entregará una pieza de oro”.

A partir de ahí y hasta la fecha, la publicidad ha entrado en nuestras vidas enseñándonoslo todo: desde aquellas primeras televisiones en blanco y negro, hasta la última generación de teléfonos móviles, pasando por rebajas, cacao en polvo y cacao que no existe, detergentes, políticos de ocasión, automóviles, licores, funerarias…. mensajes impactantes con un lenguaje de comunicación comercial, que a lo largo de la historia ha evolucionado al ritmo de la tecnología y muchas veces incluso ha ido por delante de ella.

Los vendedores ambulantes siguen viajando de pueblo en pueblo y llegan pregonando sus productos a través de la megafonía de sus furgonetas, muchos teatros se han rebautizado con el nombre de las marcas que los patrocinan, las gigantescas lonas que cubren los andamios que rehabilitan enormes edificios anuncian el estreno de próximas series. Equipos ciclistas, futbolistas de élite, deportistas, vallas de estadios, marquesinas, conciertos, autobuses, escuderías… son el lienzo que va plasmando a trazos, síntesis de nuestra evolución.

La publicidad es la cronista oficial de nuestras vidas.

Alfonso de Campos

RPMRADIO

 

 

 

 

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