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Una publicación recoge los más de setecientos cincuenta vocablos aragoneses que forman parte del Diccionario de la lengua española

“Ababol”: amapola/ persona distraída, simple, abobada.

“Zueca”: tocón, parte del tronco de un árbol.

Son la primera y última palabra del Diccionario de aragonesismos de la lengua española, una publicación contenida en la felicitación navideña del Presidente de Aragón, Javier Lambán, que pretende dar a conocer los más de 750 palabras o usos lingüísticos aragoneses. La edición tiene un notable significado institucional, dado que abre una nueva etapa de colaboración entre la Real Academia Española y el Gobierno de Aragón en torno a la lengua española que se ha suscrito recientemente en un protocolo, tras la entrada del ejecutivo aragonés en la Fundación Pro RAE.

En dicha publicación se han omitido las marcas geográficas que constan en el diccionario académico, dado que las voces recopiladas se definen todas ellas como aragonesas, si bien presentan una difusión desigual, ya que en muchos casos se extienden por todo Aragón o por algunas de las provincias. En otros, abarcan también territorios de distintas zonas peninsulares, sobre todo del área oriental.

También se incluyen voces que, sin estar marcadas como aragonesas en el diccionario académico, están referidas a circunstancias históricas o jurídicas que remiten al Derecho Foral aragonés y a la organización de la antigua Corona de Aragón.

Según afirma Javier Lambán en el prólogo del diccionario, “el español es cultura y es política. Y economía: un motor de creación de riqueza de una potencialidad formidable. Un hermoso y rico patrimonio inmaterial. No es excluyente ni nos enfrenta con nadie; todo lo contrario. Es un derecho y un magnífico instrumento de unión entre casi seiscientos millones de hablantes”. “La lengua es nuestra mayor creación como pueblo”, concluye el Presidente de Aragón.

Conocer los aragonesismos que contiene el Diccionario de la lengua española es el objetivo del pequeño libro editado a modo de felicitación del nuevo año del Presidente de Aragón, que cuenta con una pequeña tirada impresa pero que está a disposición del público en versión digital. “Es el testimonio de que somos parte del todo. Aragón y España pertenecen a un mismo proyecto”. Y añade Lambán que “en la conformación del idioma común, Aragón tuvo vocación de contribución”.

Los primeros estatutos que guiaron la confección del Diccionario de la lengua establecía una planta o método que advertía que en el cuerpo de la obra debían incluirse voces peculiares y propias, usados frecuentemente en provincias y reinos de España como el de Aragón (omitiéndose las de lengua lemosina y las que no estaban autorizadas en los fueros, ordenanzas y leyes del reino). Según el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, este postulado era de gran modernidad, que distaba del modelo para el diccionario de autoridades, más excluyente de provincialismos, medievalismos, en un claro interés por obras para la elocuencia, con tono más noble y engolado. La incorporación de términos regionales para la confección del Diccionario académico trataba de no redactar un diccionario solo del castellano de Castilla.

Para la ejecución de la obra, los académicos se repartieron el trabajo, realizando un trabajo en común y únicamente se señalaron cuatro especialidades encargadas a determinadas personas, de manera que las Voces del Reino de Aragón fueron encomendadas a cuatro académicos: Blas Antonio Nasarre, Joseph Torrero, Francisco Ecuder y José Siesso de Bolea. Fueron los primeros de una larga lista de académicos aragoneses que a lo largo de la historia de la RAE han formado parte de la corporación y de los que también se da cuenta en la publicación.

Los otros académicos de número cuyas reseñas aparecen en esta publicación son: Ignacio de Luzán, Fernando Magallón, Juan Pablo de Aragón y Azlor, Manuel Abella, Demetrio Ortiz, José Duaso y Latre, Marcial Antonio López, Alejandro Oliván y Borruel, Javier de Quinto y Cortés, Francisco Conmelerán y Gómez, Cipriano Muñoz y Manzano, Valentín Gómez, Antonio Hernández y Fajarnés, Francisco Codera; Mariano de Cavia, Miguel Asín Palacios, Manuel Artigas, Julio Palacios, Pedro Láin Entralgo, Fernando Lázaro Carreter, Manuel Alvar, Antonio Mingote, Domingo Ynduráin, José Manuel Blecua, José Luis Borau, Soledad Puértolas, Aurora Egido y Federico Corriente. A este último, arabista docente de la Universidad de Zaragoza, el Gobierno de Aragón quiere rendir un homenaje póstumo junto con la Universidad de Zaragoza

El peso concedido por la Academia a los términos aragoneses dio lugar a que el aragonés figurara en primer lugar entre los vocabularios regionales que se publicaron. Fueron, generalmente, léxicos concebidos no como elementos diferenciadores, sino con un claro objetivo de incorporar ese léxico específico a la lengua común.

La publicación es una cuidada edición, cuya tipografía, estampas y remates proceden del denominado Quijote de Ibarra, edición de la obra de Cervantes impulsada por la Real Academia Española y publicada en 1780.

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