Libertad 2030

Tenemos menos libertad que la autonomía de un coche eléctrico. Digan lo que digan, los que tenemos cierta edad sabemos lo que es la libertad porque hemos vivido tiempos de «vive y deja vivir».

Ahora estamos absolutamente controlados mediante movimientos bancarios, teniendo que pagar con tarjeta, y hasta por nuestra propia ubicación en una red de normas insalvables. Compramos filetes de jamón separados por lonchas de plástico, que van metidas en un gran envoltorio de plástico, y todo ello en otra bolsa de plástico. Recogemos los excrementos caninos con bolsas de plástico “biodegradables” de 30 cm que, si se pusieran en fila solo las de España, darían la vuelta al planeta todos los meses, os invito a comprobar esa biodegradación metiéndolas en un bote de agua durante meses y meses. Generamos un océano de plástico todos los días y luego nos quejamos de ese océano, culpando y señalando a quien tiene un coche que ha cuidado durante 20 años, que ya está amortizado medioambientalmente. Pero no solo le señalamos, sino que además le prohibimos entrar en las ciudades con una mano, mientras que con la otra le cobramos el impuesto de circulación y le hacemos pasar la ITV, para que contemple cómo otros coches, recién fabricados con sus baterías de litio, plásticos, neumáticos, motor, líquidos lubricantes, pinturas, tapicerías, cristalerías, sensores, cableado, etc. dicen ser más ecológicos porque emiten menos CO2.

Pero claro, ¿qué vamos a esperar de una sociedad tan hipócrita que hace ver que cuida a sus mayores cuando todos sabemos que hemos creado un mundo hostil e imposible para ellos? Con llamadas telefónicas automáticas imposibles, aplicaciones necesarias para todo… Ellos son ya como sus propios coches, esos que no permitimos entrar en las ciudades. Por eso los llevamos a unos al desguace y a los otros al cementerio de los elefantes.

 

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