Algo está cambiando en nuestra manera de entender la vida.
Al margen de la apocalíptica catástrofe y sus daños colaterales, vemos bares emblemáticos que cierran definitivamente sus persianas, locutores, músicos, artistas… que nos han acompañado durante toda la vida y de repente desaparecen para siempre.
Las redes sociales comparten casos cercanos y se impregnan de sentidas necrológicas que demuestran que seguimos negando los reconocimientos en vida.
Nos gusta tirar al plato, lanzamos a la gente al estrellato y cuando alcanzan lo más alto, les disparamos, van cayendo heridos como juguetes rotos, pero solo destacamos sus virtudes cuando desaparecen. Lo hacemos con todos; políticos, artistas, empresarios de éxito, deportistas…
Camino de un año ya, desde que Sánchez anunció la mayor de las pandemias y aquí seguimos sin besos ni abrazos, pero mirando al de al lado como a un sospechoso.
Eso de soñar con tener un trabajo fijo, casarse o formar una familia, tener hijos, poder pagar un piso y tener un coche, es historia.
Soñábamos con la vacuna y aquí está.
La evidente fragilidad del ser humano quizá deje paso a una humanidad que consiga hacernos ver que el mundo es de todos e igual para todos.
Aquí nadie es más que nadie y todos deberíamos ser iguales.
Tenemos el poder para cambiar las cosas, solo depende de nosotros porque cambiando el entorno más cercano, cambiaremos el mundo.
Menos tener y más ser.
Alfonso de Campos
RPM RADIO