En el siglo XIX el automóvil fue recibido como el gran medio de transporte limpio

En el siglo XIX, el automóvil fue recibido en las grandes ciudades como el gran medio de transporte limpio. El excremento de los caballos cubría las calles de las ciudades de todo el mundo y suponía un gran problema de contaminación ambiental.

Junto a los carruajes individuales, en el siglo XIX existieron también sistemas de transporte colectivo al modo de los actuales autobuses urbanos. En 1825, el francés Stanislas Baudry creó en Nantes el primer servicio de estas características, al que llamó ómnibus, «para todos» en latín. Eran coches amplios, para ocho o diez personas. Además, los viajeros podían llevar equipajes por los que debían pagar una cantidad en función del peso. Los coches incluso podían ser alquilados por familias enteras para ir de las estaciones a sus domicilios. Estos carruajes prestaban servicio entre el centro de las ciudades y la periferia y tenían paradas fijas y accidentales. En España, las empresas estaban obligadas a ofrecer servicios especiales los días de romería o de Carnaval y para ir a los toros y a los cementerios.

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