El destino de un corazón

Todavía sorprenden y sobrecogen noticias que demuestran que toda situación es susceptible de empeorar por muy mal que nos parezca el presente.
Ayer domingo, en pleno centro de Zaragoza, una ambulancia de urgencia colisionaba contra un turismo en un aparatoso accidente con el resultado de cuatro heridos que tuvieron que rescatar los bomberos de la maltrecha ambulancia volcada.
Esta mañana los noticiarios se hacían eco de un accidente de helicóptero ocurrido en la terraza de un hospital de Los Ángeles. El aparato que transportaba un corazón, intentaba aterrizar de urgencia para que se pudiera llevar acabo un trasplante.

¿Se imaginan? Un hospital colapsado, infinidad de medidas de seguridad con distancia social incluida entre pacientes enfermos y familias… y, en mitad de toda esta pandemia, alguien, probablemente debatiéndose entre la vida y la muerte, amanece con un rayo de esperanza relampagueando ante la posible compatibilidad de un donante.
El protocolo ya está en marcha, quizá el receptor ya esté anestesiado y la familia pegada a un teléfono deseando que pase el tiempo cuanto antes.
El piloto del aparato pierde el control y acaba estrellándose contra la azotea del edificio.
Los tres ocupantes resultan ilesos y aunque no termina todo ahí, porque el médico cae al suelo junto cuando rápidamente se dirigía hacia la mesa de operaciones, finalmente y a pesar de todo puede realizarse el trasplante.

La fragilidad de cualquier vida es realmente fuerte e indestructible cuando el destino se impone porque así lo ha decidido.

«No cambiaría jamás este universo informal donde crecen las semillas de lo absurdo y lo genial, donde el hierro se retuerce y se convierte en lo esencial».

Alfonso de Campos
RPMRADIO

 

 

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