¿Realmente deseamos vivir en paz? La conducta paradójica de los seres humanos

Con las impactantes imágenes de la guerra en la televisión de fondo, mi esposa, una profesional sanitaria en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, me expresó recientemente su desconcierto. No comprendía por qué el mundo entero había desplegado enormes esfuerzos para combatir el COVID-19, mientras la impotencia parecía reinar a la hora de poner fin a los conflictos bélicos desde un enfoque pacífico. Esta reflexión que compartió conmigo sirvió de inspiración para el artículo que os presento a continuación.


Hace apenas tres años, el mundo entero se encontraba sumido en un estado de preocupación, temor y solidaridad inusitada en la búsqueda de una solución: la vacuna contra el COVID-19. En un escenario donde la población se hallaba confinada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobiernos de todo el planeta se esforzaban incansablemente por desarrollar una vacuna en tiempo récord y administrarla a la totalidad de la población. El objetivo era claro: evitar las lamentables pérdidas de vidas humanas, particularmente entre las personas mayores, cuyos fallecimientos llenaban a diario los titulares de noticias. En ese momento, «aplanar la curva», «alcanzar el pico de la curva»  era la única obsesión que unía a la humanidad entera.

Sigo escribiendo esta reflexión mientras escucho «Too Much Heaven» de los Bee Gees a través de mis auriculares, «Nobody gets too much heaven no more…» y me vienen a la mente todos los esfuerzos y la determinación incansable que se aplicaron para salvar vidas a través de vacunaciones obligatorias, la prohibición del contacto físico, la prevención de aglomeraciones y el uso de mascarillas, entre otras medidas. Ahora, estas medidas parecen no encontrar un paralelo igual de fuerte cuando se trata de detener la brutalidad del terrorismo y las guerras en un mundo que se supone avanzado y civilizado. La humanidad debería prevalecer por encima de cualquier justificación y más allá de cualquier afiliación. En este punto, muchas personas sentimos vergüenza de formar parte de la especie humana y anhelamos ser tan civilizados como los animales de aquella canción de Roberto Carlos.

Esta disonancia en la respuesta global a diferentes amenazas plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza de la sociedad actual y las prioridades que elegimos como seres humanos. Mientras celebramos los avances científicos que permitieron el rápido desarrollo de vacunas, es imperativo que reflexionemos sobre por qué no aplicamos la misma intensidad y determinación para abordar cuestiones igualmente apremiantes que afectan a nuestro mundo, como la violencia y el conflicto. La civilización, en su verdadero sentido, debe abarcar mucho más que la simple supervivencia física.
En muy poco tiempo, con la esperanza de un mundo mejor si salíamos de esa situación, hemos pasado de los aplausos de las 8 de la tarde al estruendo atronador de cohetes, misiles y alarmas. Lo peor sería que nos acostumbráramos a presenciar estas imágenes mientras seguimos con nuestras vidas.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *