¿A qué edad te diste cuenta de que eras frágil como una pompa de jabón?

No permitas que la rutina, el temor al fracaso, la búsqueda de aprobación o los complejos de inferioridad, alimentados por el qué dirán o el miedo al ridículo, te aparten del mundo y te lleven a relacionarte de manera egoísta con quienes esperas que te den algo, ni permitas que te aísles en un pedestal de falsa superioridad debido a un mal concebido liderazgo.

La vida es un constante proceso de aprendizaje y estas actitudes nos impiden avanzar. En nuestra existencia, tropezamos, nos levantamos, y volvemos a tropezar una y otra vez, en un eterno aprendizaje. Aquellos que nunca han caído, viven sin conocerse a sí mismos ni sus límites. Es como un boxeador que teme entrar al ring por miedo a perder. La verdadera victoria radica en la preparación y en el enfrentamiento, más que en el resultado final. En la plenitud de la vida, ganar en cualquier aspecto se vuelve irrelevante.

Cuando reconoces tu propia fragilidad y la efímera naturaleza de tu existencia, como una pompa de jabón, el miedo desaparece y comienzas a disfrutar del viaje, dejándote llevar por el viento, consciente de que en cualquier momento podrías desaparecer. Observo dos tipos de comportamientos en aquellos que se dan cuenta de que ya no pueden valerse por sí mismos: los que, al recordar sus vidas, agradecen a Dios o a su suerte con una sonrisa, y los que lo maldicen al recordar cómo la desperdiciaron. Siempre debemos recordar que, en última instancia, la decisión recae en cada individuo.

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