«Conseguir el premio que quieres no es lo mismo que simplemente conseguir un premio”

Reflexionando sobre los premios y reconocimientos, recuerdo claramente una experiencia pasada en la que colaboré unos años en la organización de un evento de premios. La iniciativa parecía brillante en aquel momento: seleccionar a diversas personas de diferentes ámbitos que destacaran por su trayectoria o reconocimiento, preparar una ceremonia en una sala adecuada y ofrecer un almuerzo, todo ello gracias a acuerdos y colaboraciones mutuas. Incluso encargamos estatuillas a un orfebre, también mediante intercambios.

Durante dos o tres años, el evento fue muy bien recibido y tuvo una creciente repercusión. Sin embargo, con el paso del tiempo, comencé a cuestionar la verdadera naturaleza de estos premios. A pesar de su aparente éxito y popularidad, llegué a la conclusión de que fomentaban más el postureo y las vanidades que el verdadero reconocimiento y la excelencia. La sensación de que se trataba simplemente de una oportunidad para hacer networking, aunque es una práctica legítima, en lugar de celebrar logros profesionales o vitales, comenzó a prevalecer en mi mente.

Esta reflexión me lleva a cuestionar la relevancia de los premios que no van acompañados de una dotación económica. ¿Realmente sirven para algo? ¿Qué sentido tiene premiar a alguien con una estatuilla si no va acompañada de una dotación económica? ¿Cuál es el propósito real detrás de estos reconocimientos más allá del mero reconocimiento simbólico?

Al final, llegué a la conclusión de que los verdaderos premios no son los que se colocan en una estantería o se exhiben en una ceremonia, sino aquellos que tienen un impacto tangible en la vida de las personas. Los premios que realmente importan son aquellos que van más allá de lo superficial y reconocen el verdadero talento y esfuerzo a través de un impacto mediático y significativo en la sociedad y el bienestar común, lo cual debe ir acompañado de una dotación económica.

Sin embargo, en la actualidad, se celebran cada vez más eventos de este tipo, premios sin ninguna dotación económica que, gracias a subvenciones, ayudas e intercambios, pueden ser un modo de vida para algunos. Esto me lleva a cuestionarme quién obtiene más beneficio en estos premios: ¿el organizador o el premiado?

 

 

 

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